lunes, abril 7, 2025
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Los olvidados: El retrato más crudo que transformó al cine mexicano

Los olvidados no ofreció consuelo ni moraleja. Su poder radica en obligar al espectador a mirar donde no quiere. En señalar, sin adornos, aquello que se prefiere ocultar: la miseria social convertida en norma.

Cuando Los olvidados se estrenó en México en 1950, fue rechazada por amplios sectores del público y la crítica. Dirigida por el cineasta español Luis Buñuel, la cinta retrataba sin filtros la miseria, violencia y abandono que sufrían los niños de los barrios populares en la Ciudad de México. A diferencia del tono idealizado del Cine de Oro predominante en la época, Los olvidados ofreció un acercamiento desgarrador y sin redención, que fue inicialmente condenado pero que con el tiempo se convertiría en una de las obras más influyentes de la cinematografía mundial.

Crónica de una infancia rota

La historia gira en torno a Pedro, un niño que intenta mantenerse alejado de la delincuencia, pero es arrastrado por su entorno y por la influencia de El Jaibo, un adolescente recién escapado del reformatorio. A lo largo de la película, Pedro lucha por mantenerse a salvo en un mundo hostil donde no hay espacio para la inocencia ni la esperanza.

“una película que no incomoda,

no dice nada”

Luis Buñuel

El relato expone situaciones de violencia familiar, abuso, robo, traición e indiferencia institucional, todo retratado desde una óptica profundamente realista. Buñuel introduce elementos oníricos en secuencias clave, como la escena del sueño con la madre, donde el hambre y el deseo de afecto se funden en una visión surrealista. El desenlace, abrupto y sin justicia, refuerza el mensaje central: los olvidados no son solo los niños marginados, sino también los problemas que la sociedad decide ignorar.

Producción y visión rupturista

Producida por la compañía Ultramar Films, Los olvidados contó con un presupuesto aproximado de $250,000 pesos mexicanos de la época, equivalentes a cerca de $362,500 dólares actuales ajustados por inflación. El guion fue escrito por Luis Buñuel y Luis Alcoriza, con base en observaciones directas y entrevistas con niños de la calle. El rodaje se realizó en locaciones reales de barrios populares como Tepito, Tlalpan y Xochimilco.

Roberto Cobo encarnó al Jaibo, en una actuación considerada una de las más intensas del cine mexicano.

El elenco estuvo conformado mayormente por actores no profesionales, lo que acentuó el tono documental de la cinta. Alfonso Mejía interpretó a Pedro, y Roberto Cobo encarnó al Jaibo, en una actuación considerada una de las más intensas del cine nacional.

Buñuel, exiliado en México tras la Guerra Civil Española, empleó una mezcla de neorrealismo italiano y surrealismo propio para construir una crítica radical a la miseria estructural. Su propuesta contrastaba con el cine nacional dominante, más enfocado en dramas románticos, comedias rancheras o melodramas moralistas.

Rechazo inicial y reconocimiento internacional

A pesar de su valor artístico, la película fue duramente atacada en su estreno. Fue retirada de cartelera en varias salas y criticada por supuestamente “manchar la imagen de México”. Sin embargo, poco después fue seleccionada para el Festival de Cine de Cannes, donde Buñuel recibió el Premio a la Mejor Dirección en 1951.

Con el tiempo, Los olvidados fue reconocida como una obra maestra del cine mundial. En 2003, la UNESCO la incluyó en el programa Memoria del Mundo, y en 2005 la revista británica Sight & Sound la posicionó entre las 50 mejores películas de la historia. En México, la Cineteca Nacional y el IMCINE la mantienen como una pieza central de su archivo y educación cinematográfica.

En IMDb, la cinta mantiene una calificación de 8.3/10, mientras que en Rotten Tomatoes registra una aprobación del 91% por parte de la crítica especializada. Distintos rankings de críticos latinoamericanos la sitúan como la mejor película mexicana de todos los tiempos.

Vigencia y análisis contemporáneo

Más de 70 años después de su estreno, Los olvidados sigue provocando debate. Su retrato descarnado de la niñez desprotegida mantiene plena vigencia ante la persistencia de la pobreza, el abandono institucional y la violencia en entornos urbanos. La película también es objeto de estudio en universidades, no solo en carreras de cine, sino en sociología, psicología y derechos humanos.

Los olvidados no ofreció consuelo ni moraleja. Su poder radica en obligar al espectador a mirar donde no quiere. En señalar, sin adornos, aquello que se prefiere ocultar: la miseria social convertida en norma. En palabras de Buñuel, “una película que no incomoda, no dice nada”.

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