martes, abril 8, 2025
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El sedentarismo afecta cada vez más a los latinos en EEUU y amenaza su salud

El sedentarismo se ha convertido en un riesgo silencioso para millones de latinos en Estados Unidos. Sin importar la edad o el estilo de vida, moverse un poco cada día puede ser la diferencia entre prevenir o arrastrar enfermedades por años.

Millones de personas pasan más de la mitad del día sentadas. Frente a una computadora, al volante, o en labores que exigen poca movilidad, el cuerpo permanece inmóvil durante horas mientras la mente se desgasta. En medio de esta rutina moderna, el sedentarismo se ha convertido en uno de los principales factores de riesgo para la salud pública, particularmente entre la población latina en Estados Unidos.

Lejos de ser una cuestión estética o de fuerza de voluntad, el sedentarismo tiene implicaciones profundas. Afecta el corazón, el metabolismo, la salud mental y la esperanza de vida. Y aunque para muchos la palabra “ejercicio” está ligada a gimnasios, entrenadores personales y rutinas estructuradas, la evidencia médica actual señala que el movimiento diario, en cualquiera de sus formas, puede tener un impacto poderoso en el bienestar general.

En medio de la rutina laboral, el cuerpo necesita moverse. Cada pausa activa ayuda a contrarrestar el sedentarismo.

Según la Organización Mundial de la Salud, los adultos deberían realizar al menos 150 minutos de actividad física moderada cada semana. Esa cifra puede alcanzarse con tan solo 22 minutos al día. No se trata de entrenamientos extenuantes, sino de moverse más: caminar a paso ligero, subir escaleras, estirarse con intención, o mantenerse activo en casa. La recomendación de la OMS se basa en décadas de evidencia científica que vincula el movimiento con la prevención de enfermedades como la diabetes tipo 2, enfermedades cardiovasculares, ciertos tipos de cáncer y la depresión.

Sin embargo, cumplir con esos 150 minutos es un reto cuando el trabajo absorbe buena parte del día. En muchos casos, los horarios extensos, los traslados largos y el cansancio acumulado hacen que el cuerpo llegue al final de la jornada sin energía ni espacio para moverse. Este fenómeno afecta con fuerza a la comunidad latina, especialmente en sectores como la construcción, la industria de servicios y el transporte, donde las pausas activas son escasas o inexistentes.

No necesitas practicar un deporte para estar activo. Jugar al aire libre con tu mascota también es una forma efectiva de combatir el sedentarismo.

El problema se agrava cuando se suma el entorno doméstico. El tiempo libre se reparte entre responsabilidades familiares, desplazamientos, y, en algunos casos, una segunda fuente de ingreso. A esto se añade una cultura digital cada vez más presente: series, redes sociales y pantallas que reemplazan el paseo, la caminata o la conversación al aire libre.

Un estudio publicado por los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) señala que más del 25% de los adultos latinos en EE.UU. no realiza ninguna actividad física en su tiempo libre. Esta inactividad, sumada a otras desigualdades estructurales, contribuye a un mayor riesgo de desarrollar enfermedades crónicas no transmisibles. El mismo estudio advierte que los niveles de obesidad y presión arterial elevada han aumentado entre los adultos latinos en la última década.

Pero los cambios no requieren una membresía al gimnasio ni una rutina profesional. En realidad, muchas de las acciones más efectivas para romper el ciclo del sedentarismo están al alcance de cualquiera. Caminar diez minutos después de comer. Estirarse en casa mientras se escucha música. Subir escaleras en lugar del elevador. Pararse y moverse cada hora si el trabajo es frente a una pantalla. Estas actividades, aunque breves, tienen un efecto acumulativo positivo, sobre todo si se convierten en parte de la rutina.

Muchas personas redescubren su bienestar al convertir el movimiento en un hábito cotidiano, sin depender de un gimnasio.

La evidencia médica ha evolucionado para validar esta visión. Un estudio del British Journal of Sports Medicine demostró que incluso sesiones breves de movimiento durante el día pueden reducir el riesgo de mortalidad, siempre que sean consistentes. Otro análisis publicado en JAMA Internal Medicine concluyó que personas que caminan entre 7,000 y 8,000 pasos diarios tienen un riesgo de muerte significativamente menor que quienes caminan menos de 4,000. Más allá del conteo exacto, lo que cuenta es el hábito: moverse todos los días, en la medida de lo posible.

El sedentarismo no solo daña el cuerpo. También afecta la mente. Diversas investigaciones, entre ellas un estudio de la Universidad de Columbia publicado en 2023, han señalado que el tiempo excesivo sentado se relaciona con mayores niveles de ansiedad y síntomas depresivos, incluso en personas jóvenes. El movimiento, por sencillo que sea, estimula la circulación, oxigena el cerebro y libera endorfinas, neurotransmisores que mejoran el estado de ánimo de forma natural.

Para la comunidad latina, recuperar el hábito del movimiento también puede convertirse en un acto de resistencia cultural. Durante décadas, generaciones anteriores vivieron con ritmos físicos más intensos: caminaban, trabajaban la tierra, cocinaban de pie, lavaban ropa a mano, subían y bajaban escaleras. Hoy, muchas de esas actividades han sido reemplazadas por la comodidad moderna. Recuperarlas parcialmente puede ser un gesto de salud física y de conexión con una identidad que valora el esfuerzo diario.

También es clave reconocer que no todos los cuerpos son iguales. No se trata de medir resultados en kilos ni de seguir modas pasajeras. Para alguien con dolor crónico, sobrepeso o movilidad reducida, moverse diez minutos al día ya representa un avance importante. Lo mismo ocurre con quienes atraviesan jornadas laborales extenuantes: cualquier esfuerzo por mover el cuerpo es válido, útil y digno de reconocerse.

Combatir el sedentarismo no es una batalla solitaria. Iniciativas comunitarias, campañas de salud pública y esfuerzos locales pueden facilitar el acceso al movimiento. Parques seguros, aceras en buen estado, horarios flexibles y programas de bienestar laboral son piezas fundamentales en la construcción de una cultura más activa. Pero mientras esas condiciones se consolidan, el cambio también puede empezar en lo individual. Moverse más no requiere permiso ni aprobación. Solo decisión.

En un entorno donde el tiempo escasea y las obligaciones se acumulan, encontrar momentos para moverse parece un lujo. Pero si la salud está en juego, entonces moverse deja de ser una opción para convertirse en una necesidad. No se trata de alcanzar una meta perfecta, sino de recuperar el control sobre el cuerpo, una caminata a la vez.

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