El papa Francisco no solo fue un líder espiritual. También fue un fenómeno comunicacional. A lo largo de más de una década, Jorge Mario Bergoglio rompió esquemas y transformó la forma en que el papado se conecta con el mundo. Cercano, espontáneo, polémico y digital, se convirtió en el pontífice más mediático de la historia moderna.
Un papa que habló el idioma del siglo XXI
Desde el inicio de su papado en 2013, Francisco mostró una diferencia radical con sus predecesores: prefirió el lenguaje simple sobre el teológico, los gestos cercanos sobre la solemnidad, y los medios abiertos sobre los canales tradicionales del Vaticano. Dejó el palacio apostólico y se mudó a una residencia más austera. Se negó a usar autos blindados y pidió que no lo llamaran “Su Santidad”, sino simplemente “el papa”.
Pero su influencia no solo se sintió en gestos. Fue también una figura central en redes sociales, donde acumuló millones de seguidores. Su cuenta oficial en Twitter, @Pontifex, alcanzó más de 50 millones de seguidores sumando sus versiones en diferentes idiomas. En Instagram, su presencia visual conectó con públicos jóvenes de todo el mundo.
Frases que dieron la vuelta al mundo
A diferencia de los comunicados vaticanos tradicionales, Francisco entendió el poder de las frases breves y contundentes. Algunas de ellas se convirtieron en titulares globales y encendieron debates dentro y fuera de la Iglesia:
- “¿Quién soy yo para juzgar?” — al referirse a los homosexuales.
- “Una Iglesia pobre para los pobres” — al delinear su visión pastoral.
- “El capitalismo mata” — en su crítica al sistema económico global.
- “Los jóvenes no son el futuro, son el ahora” — durante la JMJ de Panamá.
Estas expresiones no solo conectaron con creyentes, sino también con sectores progresistas, jóvenes y no católicos. Su lenguaje fue más cercano al de un líder social que al de un jefe de Estado religioso.
Apariciones en medios masivos
Francisco apareció en portadas de revistas como Time, Rolling Stone, National Geographic y Esquire. En 2013 fue nombrado “Persona del Año” por Time, una distinción inédita para un líder religioso. Su figura llegó incluso a programas de televisión y parodias, desde caricaturas hasta memes virales.
Aunque el Vaticano no siempre se sintió cómodo con esa exposición, el papa pareció entender que los tiempos habían cambiado. No buscaba protagonismo, pero tampoco lo rehuía. Sabía que en la era digital, el silencio no es neutral.
El papa de los gestos virales
A lo largo de su papado, Francisco protagonizó escenas que rápidamente se volvieron virales:
- Lavó los pies a migrantes y mujeres musulmanas.
- Abrazó a un hombre con neurofibromatosis en la Plaza de San Pedro.
- Visitó cárceles, hospitales y campos de refugiados.
- Se le vio en fotos improvisadas, saludando niños o bromeando con periodistas.
Estos momentos no eran planeados como campaña mediática, pero fueron captados, compartidos y convertidos en símbolos de su estilo pastoral. Lejos de la solemnidad de otros pontífices, Francisco construyó cercanía con un mundo cada vez más escéptico.
Aliado (y crítico) de la tecnología
Aunque promovió el uso de las redes como herramienta pastoral, también advirtió sobre sus peligros. En varias ocasiones alertó sobre la desinformación, el aislamiento y la adicción a la vida virtual. En un mundo donde muchos líderes políticos usan redes para polarizar, el papa pidió responsabilidad digital.
Incluso publicó mensajes anuales para la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, donde insistió en el poder de la palabra para construir puentes. “No basta con estar conectados. Necesitamos escucharnos”, escribió en una de esas ocasiones.
La voz moral en medio del ruido
En una época marcada por la saturación de información, Francisco logró posicionarse como una voz moral con eco global. En temas como el cambio climático, las migraciones, la pobreza o la guerra, sus declaraciones fueron retomadas por medios internacionales y activistas de distintas corrientes ideológicas.
Durante la pandemia de COVID-19, sus mensajes desde una Plaza de San Pedro vacía dieron la vuelta al mundo. La imagen del papa solo, bajo la lluvia, rezando por la humanidad, se convirtió en uno de los símbolos más potentes de aquellos meses.
Tensiones internas por su estilo comunicativo
No todo fue aceptación. Dentro del propio Vaticano, algunos sectores conservadores criticaron su espontaneidad, su falta de filtros y su cercanía con la prensa. Le reprocharon hablar sin consultar, emitir opiniones fuera del magisterio y crear “confusión doctrinal”.
Pero Francisco no cambió. Siguió dando entrevistas directas, usando lenguaje común y saliendo del protocolo. Mantuvo su estilo hasta el final: humano, imperfecto, pero profundamente comprometido con su mensaje.
Una figura difícil de ignorar
El impacto mediático de Francisco no fue un accidente. Tampoco fue una estrategia fría. Fue la consecuencia de su autenticidad. Dijo lo que pensaba, mostró lo que creía y actuó como vivía. En un mundo lleno de discursos vacíos, eso bastó para convertirlo en una figura difícil de ignorar.
Ni siquiera sus críticos podían evitar mencionarlo. Tanto sus seguidores como sus detractores se vieron obligados a reconocer que había cambiado las reglas del juego. El papado dejó de ser distante para volverse visible, presente y, sobre todo, humano.
El desafío para su sucesor
La muerte de Francisco deja a la Iglesia con un desafío mayor: ¿cómo continuar un liderazgo que combinó profundidad teológica con cercanía emocional? ¿Cómo mantener el equilibrio entre la tradición y el lenguaje contemporáneo?
Sea quien sea su sucesor, el eco mediático de Francisco será difícil de igualar. No solo por lo que dijo, sino por cómo lo dijo. Porque en la era del clic, logró que millones detuvieran el scroll y prestaran atención.