La muerte del papa Francisco ha dejado un vacío en el corazón de millones de católicos, pero también un legado que trasciende lo espiritual. Jorge Mario Bergoglio, el primer pontífice latinoamericano, se convirtió en una figura central en los debates sociales, políticos y morales de América Latina. Su papado marcó una era de cercanía con los marginados, de crítica al poder económico y de fuerte defensa del medio ambiente y los migrantes.
Voz crítica ante las desigualdades
Desde su elección en 2013, Francisco dejó claro que su visión del mundo tenía un eje: los pobres. En sus primeras intervenciones como papa, denunció con firmeza la “globalización de la indiferencia” y el culto al dinero. América Latina, una región marcada por la desigualdad, recibió ese mensaje como un llamado urgente a replantear sus prioridades.
En países como Brasil, Colombia, Bolivia y México, el papa se convirtió en una referencia para movimientos sociales, sacerdotes de base y sectores progresistas de la Iglesia. Sin embargo, su voz también incomodó a sectores conservadores, tanto dentro como fuera del clero, por su crítica constante al sistema económico global.
Encuentros con los pueblos más olvidados
Durante sus giras por América Latina, Francisco buscó salirse del protocolo. En Bolivia, comió con recicladores. En México, visitó a reclusos en Ciudad Juárez y oró en silencio frente al muro fronterizo con Estados Unidos. En Perú, pidió perdón a los pueblos indígenas de la Amazonía por los abusos cometidos por misioneros católicos.
Sus gestos fueron más que simbólicos. En cada país dejó un mensaje que conectó con las luchas locales: desde la violencia y corrupción en Centroamérica hasta el clamor por justicia en Argentina y Chile. A diferencia de otros papas, Francisco no dudó en involucrarse en los temas más espinosos.
Medio ambiente: una nueva dimensión del papado
Con la encíclica Laudato Si’ publicada en 2015, Francisco colocó el tema ecológico en el centro del discurso católico. El documento se convirtió en una referencia mundial, no solo entre teólogos, sino también en círculos políticos y científicos.
América Latina, con su biodiversidad amenazada y sus comunidades indígenas desplazadas, encontró en el papa un aliado inesperado. En Brasil, Perú y Colombia, organizaciones ambientalistas citaron Laudato Si’ para respaldar demandas contra proyectos extractivos.
Migración: una postura clara y valiente
Francisco fue uno de los pocos líderes globales que defendió con claridad a los migrantes latinoamericanos, especialmente durante las crisis migratorias en la frontera entre México y Estados Unidos. Su mensaje fue directo: “Nadie es ilegal.” En múltiples ocasiones, criticó las políticas de exclusión, el racismo estructural y la criminalización de quienes huyen de la violencia y el hambre.
En América Latina, donde la migración es una realidad diaria, sus palabras se convirtieron en un respaldo moral para millones de personas en tránsito, y en un reto para los gobiernos.
Choques con el poder político
Aunque nunca dejó de promover el diálogo, Francisco no fue ajeno a la polémica. En Venezuela, su actitud ambigua frente al régimen de Nicolás Maduro generó críticas tanto desde la oposición como del chavismo. En Cuba, su mediación entre el gobierno de Raúl Castro y Estados Unidos fue vista como un paso histórico, pero también recibió reproches por no condenar de forma más directa la represión política.
En Argentina, su país natal, su relación con los distintos gobiernos fue compleja. Tuvo fricciones con el kirchnerismo, pero también con el expresidente Mauricio Macri. No se pronunció abiertamente en los debates sobre el aborto, aunque dejó entrever su postura provida.
Un papa de contrastes
El papa Francisco fue amado y criticado por las mismas razones. Su estilo cercano, informal, a veces impulsivo, rompió con la rigidez vaticana. Se negó a vivir en el palacio apostólico, prefirió un automóvil modesto y rechazó trajes lujosos. Esa humildad fue vista como revolucionaria por muchos, pero como populismo por otros.
En América Latina, donde la Iglesia enfrenta escándalos de abuso, pérdida de feligreses y cuestionamientos éticos, la figura de Francisco revitalizó momentáneamente la fe en sectores desilusionados. Sin embargo, no logró revertir por completo la secularización creciente.
Legado vivo en las periferias
Tal vez su huella más duradera quede en las llamadas “periferias”, ese concepto que Francisco convirtió en una brújula pastoral. Desde los barrios pobres de Buenos Aires hasta las comunidades indígenas del sur de México, su mensaje fue claro: la Iglesia debe estar allí donde más se necesita, no donde más poder se concentra.
Organismos humanitarios, obispos, y sacerdotes de base coinciden en que el papa empoderó una forma distinta de ser Iglesia. No centrada en el dogma, sino en la compasión, el acompañamiento y la acción concreta.
¿Y ahora qué?
La muerte del papa Francisco abre un periodo de transición para la Iglesia Católica. Para América Latina, representa la despedida de un pontífice que habló con acento propio, que entendió la realidad de los pobres no por informes diplomáticos, sino por experiencia vivida.
Su legado no quedará en los libros de historia, sino en las comunidades que hoy luchan por justicia, dignidad y esperanza. En ese sentido, Francisco no fue solo el primer papa latinoamericano: fue, también, el más latino de los papas.