Parecía cosa del pasado. Algo reservado a coleccionistas empolvados, tiendas de segunda mano o estantes olvidados. Pero contra todo pronóstico, el vinil no solo ha sobrevivido: ha vuelto con fuerza. Y lo ha hecho conquistando a las nuevas generaciones, que entre algoritmos y pantallas táctiles, buscan una experiencia musical más cálida, física y emocional.
En tiempos de inmediatez, el vinil ofrece ritual, textura y pausa. Poner un disco no es solo escuchar música; es detenerse a sentirla.
El regreso inesperado
Según datos de la RIAA (Recording Industry Association of America), en 2023 el vinil superó por primera vez desde 1987 las ventas de discos compactos en Estados Unidos. En América Latina, la tendencia también se hace notar: tiendas especializadas, ferias de viniles y reediciones de álbumes clásicos están en auge en ciudades como Ciudad de México, Monterrey, Buenos Aires, Medellín y Santiago.
Lo que comenzó como un gesto nostálgico de generaciones mayores ha sido adoptado por millennials y centennials que buscan algo más que un track en Spotify: buscan objeto, memoria y presencia sonora.
Entre José José y Peso Pluma
El fenómeno no solo revive discos de Juan Gabriel, José Alfredo Jiménez o Rocío Dúrcal. También ha alcanzado a artistas contemporáneos. En 2023, Rosalía, Natalia Lafourcade, Carín León y Peso Pluma lanzaron ediciones especiales en vinil de sus discos más exitosos. Las ventas fueron tan sólidas que varias disqueras han comenzado a incluir el vinil como formato oficial en cada lanzamiento.

Incluso agrupaciones alternativas o emergentes —desde Ed Maverick hasta Trueno o Mon Laferte— editan versiones limitadas de sus álbumes en vinil, que se agotan en cuestión de horas.
Escuchar con todos los sentidos
El encanto del vinil no está solo en el sonido. Está en abrir el disco, tocar la portada, leer los créditos, oler el cartón, colocar la aguja y dejar que el tiempo fluya al ritmo de la música. Es una experiencia física, casi íntima, que contrasta con el flujo digital acelerado al que estamos acostumbrados.
El formato también recupera algo esencial: el respeto por el orden original del disco. Escuchar un álbum completo, en vez de saltar de canción en canción, permite comprender su narrativa, su intención artística. Es volver a cuando los discos eran un viaje, no solo una lista.
Comunidades, ferias y cultura vinilera
La explosión del vinil ha generado nuevas comunidades. En México, eventos como la Feria Internacional del Disco y la Cultura Digital (FICD) o el Tianguis del Chopo reúnen a miles de jóvenes buscando joyas musicales. En redes sociales, influencers como Vinilópata o El Club del LP comparten reseñas, rarezas y consejos para armar una colección.
Además, sellos independientes han aprovechado el auge para lanzar ediciones especiales, discos conceptuales o reversiones acústicas que solo existen en vinil. Lo que antes era un lujo de nicho, hoy es parte de una nueva cultura sonora.
Una pausa con sentido
En un mundo que lo acelera todo, el vinil propone lo contrario: pausar, escuchar y sentir. Nos recuerda que la música no siempre debe sonar perfecta, ni comprimida, ni automática. A veces, un pequeño crujido en medio de la canción nos dice que lo que escuchamos es real. Y eso —en tiempos digitales— vale oro.
Escuchar un vinil es como mirar un álbum de fotos familiares. No está hecho para correr. Está hecho para quedarse.