miércoles, abril 16, 2025
InicioCultura y espectaculos“Pa' que sepan… ya no voy a cantar corridos”: artistas se bajan...

“Pa’ que sepan… ya no voy a cantar corridos”: artistas se bajan del tren bélico

De himno generacional a contenido regulado: los corridos bélicos enfrentan su mayor desafío dentro y fuera del escenario.

Durante años, los corridos bélicos dominaron las listas de reproducción, los escenarios y el lenguaje cultural de millones de jóvenes en México y Estados Unidos. Con letras que hablan de poder, armas y lealtades criminales, el género se convirtió en la banda sonora de una época marcada por la violencia.

Hoy, esa narrativa enfrenta un punto de quiebre. Las autoridades comienzan a trazar límites, los artistas a replantear sus discursos, y el público, acostumbrado a corear versos sobre jefes y fuscas, reacciona con fuerza. Lo que era parte del espectáculo, ahora está bajo vigilancia.

Luis R. Conriquez, uno de los referentes del corrido tumbado, anunció en sus redes sociales que dejaría de interpretar corridos en sus conciertos. La decisión llegó en medio de nuevas regulaciones locales en Texcoco que prohíben este tipo de contenido durante espectáculos públicos.

Luis R. Conriquez abandonó el escenario tras la reacción violenta del público, luego de apegarse a su decisión de no cantar corridos durante su presentación en la Feria del Caballo.

La noche del 11 de abril, durante su presentación en la Feria del Caballo, el artista se apegó a lo anunciado: no interpretó corridos. La respuesta del público fue inmediata. Parte de los asistentes reaccionó con gritos, insultos y lanzamiento de objetos, obligando al cantante y su equipo a abandonar el escenario.

Al día siguiente, Conriquez retomó sus redes para explicar su postura.
“Yo sé que ustedes van a escuchar un corrido mío, una canción, pero no se puede hacer nada”, dijo en un video. “Si vas a cantar un corrido, te van a apagar el sonido…”.

El episodio marcó un momento clave para el género. Los corridos bélicos, que durante años escalaron en popularidad, enfrentan ahora límites nuevos: gubernamentales, sociales y migratorios.

Violencia en México y la evolución de los corridos: una mirada paralela

En las últimas dos décadas, México ha experimentado un aumento significativo en los niveles de violencia. Según datos del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, entre diciembre de 2018 y octubre de 2023 se registraron 161,527 víctimas de homicidio doloso, un incremento del 17.65% respecto al sexenio anterior.

Este periodo coincide con la consolidación de los corridos bélicos y tumbados, géneros que combinan instrumentación regional con letras que, en ocasiones, hacen referencia a figuras del crimen organizado, estilos de vida ligados al narcotráfico o escenarios de confrontación armada.

Amenazas, cancelaciones y, en algunos casos, violencia letal

Valentín Elizalde fue asesinado en 2006 tras ofrecer un concierto en Reynosa, en uno de los casos más recordados de violencia contra músicos del regional mexicano.


En febrero de 2024, Chuy Montana fue asesinado en Baja California tras ser secuestrado por un grupo armado. En septiembre de 2023, el rapero Lefty SM fue ultimado en su domicilio en Zapopan. Años antes, figuras como Sergio Vega, también conocido como “El Shaka”, y Valentín Elizalde, “El Gallo de Oro”, fueron asesinados tras conciertos, en contextos que aún hoy generan más preguntas que respuestas.

No se ha establecido una relación directa entre estos crímenes y su música, pero las muertes de artistas del regional mexicano se han vuelto parte de una narrativa que mezcla cultura, violencia y riesgo.

Una respuesta institucional: los gobiernos locales comienzan a trazar límites

Ante el crecimiento del fenómeno, varios gobiernos estatales y municipales han comenzado a regular los conciertos y contenidos del género.

En 2023, el gobierno de Chihuahua prohibió la presentación de Peso Pluma en Ciudad Juárez. Ese mismo año, en Tijuana, se multó a los organizadores del concierto de Grupo Arriesgado luego de que circularan amenazas firmadas por un grupo delictivo.

A pesar de recibir amenazas y enfrentar cancelaciones de conciertos en México y Estados Unidos, Peso Pluma continúa interpretando corridos bélicos en sus presentaciones.

Algunos congresos estatales han planteado reformas que buscan sancionar a quienes promuevan o interpreten música que haga apología del delito. Estas propuestas, aunque aún en discusión, reflejan un cambio en la forma en que las autoridades están observando el fenómeno.

Las medidas han generado un amplio debate sobre la libertad de expresión, el papel del Estado en la cultura y los límites de lo artístico.

Entre la convicción y la presión: los artistas responden

Los músicos han adoptado posturas distintas ante este nuevo entorno. Algunos, como Luis R. Conriquez, han anunciado públicamente que dejarán de interpretar corridos en sus conciertos, en parte por nuevas disposiciones legales y también por seguridad personal. Su decisión, sin embargo, fue recibida con molestia por sectores de su público.

Otros intérpretes han optado por ajustar sus letras sin renunciar del todo al estilo. Junior H ha incorporado temas más introspectivos. Natanael Cano, por su parte, ha reducido el número de corridos explícitos en sus presentaciones, aunque no ha emitido una declaración directa sobre el tema.

Por el contrario, agrupaciones como Fuerza Regida han mantenido una postura firme, defendiendo que su música refleja realidades que existen más allá del escenario. La tensión entre expresión artística y contexto social se mantiene latente.

El caso más emblemático sigue siendo el de Valentín Elizalde, asesinado en 2006 tras una presentación en Reynosa. Su muerte marcó el inicio de una serie de episodios donde la violencia y el escenario se cruzaron de forma trágica. Años después, artistas siguen actuando bajo la sombra de esos antecedentes.

El público dividido: ¿censura, libertad o responsabilidad?

La decisión de algunos artistas de dejar de interpretar corridos bélicos en sus conciertos ha generado reacciones encontradas entre los seguidores del regional mexicano.

En el caso de Luis R. Conriquez, tras anunciar que no cantaría corridos durante su presentación en Texcoco, la respuesta fue inmediata y tensa. Parte del público abucheó y lanzó objetos al escenario. El evento fue interrumpido y el artista abandonó el recinto. En redes sociales, el video del momento se volvió viral, y la conversación digital se polarizó: mientras unos defendían la decisión del cantante, otros lo acusaban de traicionar al género.

Lo mismo ocurrió con artistas que han optado por cambiar la temática de sus canciones o limitar la promoción de ciertos temas. En plataformas como TikTok, Instagram y YouTube, el debate se ha trasladado de los palenques a los comentarios, donde se mezclan argumentos sobre la libertad artística, el contexto social y el papel de los músicos como figuras de influencia.

Desde organizaciones civiles y medios especializados también se han expresado posturas divergentes. Mientras algunos colectivos consideran que el Estado no debe intervenir en lo que los artistas deciden cantar, otros argumentan que las letras que glorifican el crimen pueden tener un impacto nocivo en comunidades vulnerables, especialmente entre jóvenes que viven expuestos a contextos de inseguridad.

Sin embargo, hasta la fecha, no existe evidencia científica concluyente que relacione de forma directa la música con el aumento de la violencia. La postura del gobierno mexicano, en cambio, ha sido clara: varios estados han comenzado a vincular la promoción del corrido bélico con posibles riesgos de alteración del orden público, lo cual ha servido como base para justificar restricciones o cancelaciones.

Bajo la lupa de Estados Unidos: ¿un filtro migratorio para los corridos?

El impacto de los corridos bélicos no se limita al territorio mexicano. Estados Unidos, principal destino de giras para artistas del regional mexicano, también ha comenzado a prestar atención al contenido y contexto de este tipo de espectáculos.

Aunque hasta ahora no existe una política oficial que prohíba el ingreso de músicos por interpretar corridos ligados al narcotráfico, sí hay precedentes de artistas que han enfrentado obstáculos para obtener visas de trabajo.

En 2023, medios reportaron que algunos promotores estadounidenses habían recibido advertencias informales sobre grupos cuyos conciertos podrían representar riesgos de seguridad o generar controversia en comunidades con alta sensibilidad ante el tema del narco. Si bien los documentos oficiales son escasos, abogados migratorios han confirmado que el contenido del material artístico y la percepción pública pueden influir en la aprobación o negación de visas tipo P o B1/B2.

Además, casos previos —como el de agrupaciones norteñas o solistas vinculados indirectamente a figuras del crimen organizado— demuestran que el escrutinio puede ir más allá del escenario. Basta con un señalamiento en medios, una fotografía con un personaje delictivo o una letra mal interpretada para complicar el trámite migratorio.

La industria musical en Estados Unidos también ha comenzado a reaccionar. Algunos recintos han optado por cancelar conciertos tras recibir quejas de grupos comunitarios o autoridades locales. En ciertos casos, se han solicitado filtros de contenido como condición para realizar eventos.

Aun sin una política federal al respecto, el mensaje es claro: la narrativa del corrido bélico empieza a tener consecuencias diplomáticas y migratorias, especialmente cuando cruza fronteras.

Un género en transformación

Los corridos bélicos y tumbados han capturado la atención de una generación que creció en un país marcado por la desigualdad, la violencia y la presencia constante del crimen organizado. Para muchos, estas canciones no solo son entretenimiento: son narrativas que reflejan entornos reales, aspiraciones, miedos y códigos culturales profundamente arraigados.

Hoy, el género enfrenta un nuevo contexto. Las presiones sociales, las regulaciones gubernamentales y el escrutinio internacional han colocado a los artistas, promotores y audiencias en un escenario complejo, donde la libertad de expresión y la responsabilidad social conviven en tensión constante.

No hay una sola respuesta ni una sola verdad. Lo que sí queda claro es que el debate en torno a los corridos bélicos apenas comienza, y su evolución será observada de cerca —tanto en los escenarios como en las instituciones.

PUBLICACIONES SIMILARES
- Anuncio -

Publicaciones mas Populares